POR NACHO PRIETO.
Jesús Pedreira es uno de aquellos transportistas gallegos que hace ya cuatro décadas aparcaban su camión junto a la antigua Pescadería Municipal para ofrecer oricios a paladas por 25 pesetas cada una a un público ávido que llegaba a formar colas importantes a pesar de que entonces era fácil comer oricios en una sidrería o restaurante por poco dinero y sin dejar la casa llena de púas. Su empresa es todavía hoy protagonista de la distribución del citado marisco en Asturias, pero las condiciones han cambiado mucho. La venta directa al consumidor ha sido sustituida por la distribución en cajas de corcho blanco perfectamente homologadas entre pescaderías y restaurantes.
Según recuerda Pedreira, hace 39 años, los oricios se vendían a granel, previa obtención de un permiso municipal para realizar venta ambulante, pero sin demasiados requisitos sanitarios; el viaje desde Camariñas duraba unas 14 horas y junto a la playa de San Lorenzo se reunían varios comercializadores de los que todavía recuerda sus nombres o sus apodos, tales como El Moreno o El Andaluz. Las primeras paladas de oricios se vendían a 25 pesetas, para ir luego subiendo, poco a poco, a 30, 50 y hasta 300 pesetas, cuando nuevas normas cortaron ese tipo de venta de la misma forma que desaparecieron los tradicionales carritos de las pescaderas del Muelle o junto a los mercados del Sur y de San Agustín.
El primer viaje
El primer viaje de Jesús Pedreira a Gijón con oricios se realizó a instancias de un pescador, que buscó un transporte para dar salida fuera de Galicia a sus capturas. El mayorista asegura que come oricios pescados por él mismo en los pedreros de Camariñas desde niño, a pesar de que se trata de un marisco tan apreciado en Asturias como despreciado en la comunidad vecina. Sin embargo, nunca fue pescador profesional y, consiguientemente, antes y ahora tiene que adquirir la materia prima para poder distribuirla. Con aquel pescador que le abrió los ojos al negocio de la distribución oriciera Pedreira llegó a formar sociedad, pero no duró mucho. Eran tiempos de abundancia de oferta, en los que Pedreira empezó vendiendo entre 7.000 y 8.000 kilos al día y llegó a alcanzar la cifra de 20.000.
Lo que parece ser que poco ha cambiado es la demanda. Jesús Pedreira admite que la competencia de los franceses tira de los precios hacia arriba, pero tiene poco interés en la exportación y se muestra convencido de tener los mejores clientes posibles, por la consolidación de la demanda a lo largo de los años. «Si Asturias deja de comer oricios, dos pescadores bastarían para abastecer el mercado», señaló el mayorista para dar a entender que la demanda más abundante y segura se encuentra en el Principado.
Mirada experta y secreta
En cuanto a calidades, Pedreira señala que no todos los oricios son iguales, ni siquiera cuando proceden de la misma zona y en la misma época del año. Asegura que es posible saber si un oricio está lleno o no antes de abrirlo, aunque prefiere no desvelar la fórmula. Tan solo apunta que los capturados en ría son menos sabrosos y algo en lo que todo el mundo coincide: «Los oricios quieren agua fría».
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